Imprudencia
Hoy como siempre salgo con el tiempo justo para ir y venir antes de mi siguiente clase virtual. Es curioso ver lo rápido que nos hemos acostumbrado a vivir en esta llamada nueva realidad. Llego al paradero mostrándome claramente ansiosa mientras observo los carros pasar. Luego de un par de minutos de angustia, divisé al fin un colectivo. Soy consciente de que este medio de transporte es prácticamente ilegal dada las circunstancias, pero como siempre mi presupuesto es escaso. Además, siempre los tomo para hacer ese recorrido relativamente corto. Usualmente tengo la suerte de viajar sola todo el trayecto o al menos la mayor parte de este así que da lo mismo que tomar un taxi.
Estiro el brazo para llamarlo y este se abre revelándome que este no es para nada mi día de suerte. Hoy como nunca el colectivo va lleno, pero no tengo tiempo de esperar al siguiente. Tomo asiento y cierro la puerta mientras el conductor oculta su letrero de colectivo. Me siento bastante nerviosa por la situación, pero ya que estoy en el auto ya no hay vuelta atrás. Solo me queda confiar en mi mascarilla y protector facial. Entonces noto que nadie aparte de mí lleva protector facial, ni siquiera el conductor. Mi indignación crece al darme cuenta que el conductor de hecho está usando mal la mascarilla, esta solo cubre su boca y se ve bastante sucia. Para agravar el asunto, empiezo a observar a los pasajeros y mi preocupación no hace más que aumentar.
Justo junto a mí está una mujer embarazada junto a su hija de entre seis u ocho años. En el asiento del copiloto está un hombre de la tercera edad. No puedo calcular su edad, pero está más que claro para mí que entra en el grupo de riesgo. Es casi increíble que estas personas tengan la imprudencia de subir a un colectivo teniendo esas condiciones y con un conductor que ni se protege correctamente. Trato de no pensar en eso y mantengo mi cabeza lo más cerca posible de la ventana. No sé si ello sirva de algo, pero es mejor que no hacer nada.
Luego de unas cuadras, el anciano se bajó. Es un alivio que seamos menos personas ahora. El auto continúa avanzando, pero notoriamente más lento de lo que acostumbraba. Hay congestión vehicular a pesar de ser un día de semana y de que estemos en este contexto de pandemia. Cuando al fin parece que estos minutos eternos se acabaran pronto, encuentro la causa de la congestión. Estaban reparando una pista principal y tocaba rodear. Mi supuesto trayecto corto se está volviendo un largo viaje y la niña y su madre continúan en el auto conmigo.
Me doy cuenta de que estoy cerca de llegar a mi destino y saco de mi monedero la tarifa del colectivo. Le anuncio donde me bajare y le extiendo la mano para pagarle. Entonces noto que no está usando guantes y mi mano roza ligeramente su palma al entregarle el dinero. No veo que tenga alcohol para desinfectar las monedas. Que imprudente es. Apenas llegue a casa me lavare las manos espero que el haga mismo.
Al fin he llegado a mi destino. Agradezco al cielo que al parecer aún no se me ha hecho tarde para poder regresar a casa a tiempo. Abro la puerta pensando en todas las personas que habrán tocado esa manija hasta ahora y todas las que lo harán después. Que imprudencia. <me bajo profundamente indignada por ver tanta imprudencia junta. Agradezco al chofer y sigo mi camino deseando con todo mi corazón no haberlos contagiado.
Por Mioné
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