Basta de callar - Carta de la victima
Señores de la comisión de la verdad y la reconciliación,
La presente es para contarles el peor episodio de mi vida, algo que quisiera enterrar para siempre en mi memoria.
No recuerdo mucho mi infancia, pero ese día se repite constantemente en mis pesadillas. En ese entonces era una niña de tan solo 6 años de edad y vivía solo con mi mamá porque mi padre fue obligado a formar parte de Sendero Luminoso por miedo a que nos dañen a nosotras. Debido a la ausencia de mi padre, mi madre se vio obligada a trabajar elaborando telares en la casa para venderlos o cambiarlos por comida ya que tampoco podíamos trabajar nuestra chacra porque podrían acusarnos de sembrar coca o algo parecido.
Una mañana tranquila acompañe a mi madre al mercado para negociar los telares. Me sentía muy contenta ya que no salíamos mucho de la casa. Apenas mi madre abrió la puerta, salí corriendo, observé las yerbas que crecían a un lado del camino y pensé que sería un lindo día. Parecía que no me equivocaba porque mi madre consiguió un buen intercambio por los telares, nos dieron papa y menestras por ellos.
De camino de regreso, escuchamos gritos y disparos. Entonces mi madre me tomo fuerte de la mano y me dijo que volviéramos al mercado. Lamentablemente, no logramos regresar al mercado porque fuimos interceptadas por tres policías que nos llevaron nuevamente al camino. Allí, se encontraban otras mujeres que estaban siendo sometidas en el suelo. Uno de los policías me arrebato de mi madre mientras que otro le quitaba los víveres y el último la tiro al suelo. Este último sacó una navaja y empezó a cortarle la ropa a mi madre. Ella no se defendía, sino que rogaba para que me dejaran ir. Pero ellos ignoraron sus ruegos e hicieron que vea como abusaban sexualmente de ella.
No satisfechos con eso, el que abusaba a mi madre le ordeno al que me tenía cogida de la mano “encárgate de la mocosa”. Me asuste y le mordí la mano para que me soltara. Lo hizo y corrí, creí poder escapar, pero de inmediato me alcanzo y me tiró al suelo. Entonces, pude ver sus fríos ojos a través de su pasamontaña y con una sonrisa retorcida empezó a preguntarme cosas e insultarme. Estaba tan asustada que ya no pude moverme ni decir nada. El policía saco su navaja y me empezó a realizar cortes en mis brazos y piernas. Tan fuerte fue el shock en el que me encontraba que en ese momento no sentí el dolor por los cortes. Me sentía como una muñeca inerte, incapaz de sentir o moverme. Cuando logré mover un poco la cabeza, vi que mi madre ya estaba inconsciente y era otro el policía que abusaba en ese momento de ella y había una pequeña fila detrás de él. Yo solo podía llorar e intentar llamarla.
De pronto sentí un terrible dolor, como si me partieran en dos el alma. Ese hombre me estaba violando, grite, lo arañe y luego le rogué que se detuviera, pero no lo hizo. Entonces, me desmalle, creí haber muerto, desee estarlo con todas mis fuerzas, pero al despertar ya habían pasado días. Me encontraba grave y había sido encontrada por una mujer que buscaba a su hija. Fui la única sobreviviente de ese día, pero ese fantasma me perseguirá por siempre. Al cerrar los ojos puedo ver claramente los ojos y la sonrisa de aquel monstruo.
Mi intensión al romper este largo silencio es que se haga visible el sufrimiento y asesinato de todas esas mujeres y niñas víctimas de esas personas que se supone deberían protegernos.
Esto ocurrió el 29 de marzo de 1994 en Ayacucho.
Atte. Sara Quispe Mandujano
*Carta Inspirada en el testimonio de Liz Liliana Zuñiga Villar durante la Audiencia Pública de casos en Tingo María que fue realizada el 8 de agosto de 2002. Este relata lo que le sucedió el 29 de marzo de 1994 en Cayumba Chico.
Por Mioné
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