La puerta y la ventana (one-shot)
Una pequeña ventana subsistía en la misma pared que una enorme y antigua puerta. La pequeña ventana ansiaba socializar con la puerta, pero a pesar de estar en la misma pared, la distancia entre ellas era muy grande. Ella se lamentaba de su insignificante tamaño y no dejaba de admirar a su compañera de pared. Cada día solía pensar:
Que grande e imponente es la puerta, es tan útil y bella, tan madura y elegante. En cambio, yo… no soy más que un hueco que ha invadido su pared. Cómo podría atreverme a intentar hablarle… es imposible, somos muy diferentes. De seguro ella jamás se percataría de mí.
Por su parte la antigua puerta llevaba un buen tiempo pensando en lo maravilloso que era el no estar sola en aquella enorme pared. Si bien es cierto, aquella pared miraba hacia la calle, pero hasta el momento la puerta se había sentido muy sola. Ella admiraba a la pequeña y alegre ventana, pero no sabía cómo hacérselo saber y triste se decía:
Que linda y alegre es la ventana. Que feliz me hace saberla cerca pero cómo podría conversar con ella siendo tan seria y aburrida. Ella está empezando a vivir y crecer, quisiera ayudarla y acompañarla siempre, pero somos tan diferentes… ella jamás se interesaría en alguien como yo.
Así las estaciones pasaron sin que ninguna se atreviera a hablar con la otra, ambas estaban convencida de que no merecían la compañía de la otra. Pero la llegada de un verano terriblemente caluroso empezó a cambiar la situación. El dueño de la antigua casa se sofocaba de calor y se percató de que esa ventana era muy chiquita y decidió agrandarla un poco. La ventana estaba feliz pues pudo acercarse un poco a la puerta, pero también tuvo que pasar un gran dolor para madurar y crecer aun a costa de parte de su propio marco. La ventana quedo bien, reconstruyeron su marco y se sintió más útil al poder brindar más aire a la casa.
En cuanto a la puerta, ella se sentía muy feliz por la ventana. Le alegraba ver cómo había logrado crecer y lo contenta que se veía con su nuevo marco. Cuando el trabajo para agrandar la ventana comenzó, quien más sufría era la puerta al imaginar cuanto sufría la pequeña ventana con aquel terrible proceso. Lo que más le apenaba era no poder hacer nada al respecto. Por ello, el verla tan contenta y renovada lleno su corazón de alivio y una dulce sensación de cercanía. Además, la puerta se sentía muy agradecida y avergonzada de sí misma pues ella también había sido víctima del calor. Y algo apenada pensaba:
Quisiera poder decirle a la ventana lo mucho que admiro su fuerza interior, fue muy valiente y se ve tan hermosa y útil. En cambio, yo no puedo ayudar en nada. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que estuve abierta y ni el dueño a de recordar en que rincón de esta vieja casa se encuentra mi llave. El aire azota mi cara intentando entrar a la casa, pero yo ya no puedo abrirme, no soy más que un obstáculo… un inútil trozo de madera. Cómo podría decirle a ella de que gracias a que creció, el aire entra y sale de la casa refrescando el ambiente y mi espalda. Soy tan afortunada de tenerla cerca, aunque estemos lejos.
Como si el propio mundo oyera sus lamentos, el calor no hizo más que aumentar. El dueño no tuvo más remedio que poco a poco ir agrandando la ventana. Ella estaba feliz, no le importaba la cantidad de dolor o cambios que tuviera que afrontar en su camino si al fin y al cabo cada vez estaba más cerca de su anhelada compañera de pared. Pero con la cercanía aumentando también creció una angustia en el corazón de la ventana que no dejaba de pensar:
Qué pensara la puerta de mí, a estas alturas puede que me halla notado. Cada vez soy más grande y me siento más útil, pero y si a ella le molesta mi presencia, si siente que estoy invadiendo su espacio. No podría culparla por pensar así, yo llegue a su vida de forma arbitraria y cada vez me apodero más de su pared. ¡Qué vergüenza! Me va a odiar… si es así ya no quiero crecer más… no soportaría que me odie. Somos tan distintas, pero si pudiese pedir un deseo sería que acepte mi compañía.
Afortunada y desafortunadamente para ella, el crecer o no, no era una decisión que ella pudiese escoger. El calor siguió aumentando y el dueño termino agrandando a la ventana al punto que su marco estaba justo al lado de la puerta. Al encontrarse juntas, una justo al lado de la otra, al fin pudieron entender el corazón de su compañera y reír juntas por todas las cosas que pensaron antes.
Las estaciones siguieron cambiando, pero su felicidad no disminuía. Cuando hacía calor, la ventana permitía el paso del viento para refrescar a la puerta. Cuando hacia frio, la ventana se cerraba y la puerta se esforzaba por pasarle su calor de marco a marco, pues la ventana tenía marco de metal y se congelaba muy rápido. Así ambas aprendieron que la vida era mucho mejor estando juntas, apoyándose la una a la otra y que sus diferencias eran precisamente lo que las hacia especiales a la vista de su compañera. Aunque pasaron muchas estaciones y muchos diferentes dueños, la puerta y la ventana nunca más se separaron y felices pretenden seguir la una recostada en la otra para toda la eternidad conservando el profundo sentimiento que las une.
Por: Mioné para una amiga especial.
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